Con frecuencia escucho y también leo quejas…
Que si gemimos es que somos unas canallas e irritantes embusteras.
Que si no emitimos sonidos es que somos unas frígidas muñecas hinchables.
Que si gritamos es que somos unas teatreras de porno barato.
Buffff. El tema es:…señores…
Que arrancar un gemido, un alarido, un suspiro de placer, un orgasmo a una Mujer, a una Puta…NO es tarea para Necios.
Así que los inoperantes, los que se creen saberlo todo, los que no intentan aprender, los que no observan, los que no comprenden que el sexo, el disfrutarlo, no se reduce a meter y sacarla como trogloditas, tendrán que aguantarse los simulacros.
La respuesta a tanto quejica no tiene mayor fórmula que el sentido común.
«No te preocupes por el orgasmo, preocúpate del proceso»…ya lo decía Isabel Allende.
«Para las mujeres el mejor afrodisiaco son las palabras, el punto g está en los oídos, el que busque más abajo está perdiendo el tiempo»…es una metáfora de la misma escritora.
El sistema de excitación de la mujer es diferente al del hombre, el que vaya a saco a meter y sacarla pues ya puede estar ahí dale que te pego que lo que conseguirá son exactamente simulacros de orgasmo. La mujer se excita gradualmente, con estímulos, obviamente no necesita escuchar poemas al oído, pero el proceso del cuerpo a cuerpo es lo que eleva a las féminas a su deseo de copular y por consiguiente al orgasmo, ese placer fulminante. Y tampoco pasa nada si tal suceso no ocurre, la intimidad puede ser tan satisfactoria con él o sin él.
El sabor se asocia con la sexualidad mucho más de lo que los puritanos desearían. La piel, los pliegues del cuerpo y las secreciones tienen sabores fuertes y definidos, tan personales como el olor. Poco sabemos de ellos, porque hemos perdido el hábito de lamernos y olisquearnos unos a otros.
Afrodita. Isabel Allende.
Totalmente de acuerdo contigo. Ya lo dijo Kavafis: «Cuando emprendas tu viaje a Itaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias». Itaca es el objetivo, pero el camino es el que hace más deseado al objetivo.
Igualmente de acuerdo con tus reflexiones, Kenia.
No obstante, quisiera incidir en la primera frase, la que aparece en el recuadro azul inicial, y hacer algunas reflexiones al respecto.
Siempre me ha llamado la atención esas escenas en las que hay una urgencia por satisfacer la pasión del sexo. Por supuesto que todos -espero- hemos vivido esos momentos, probablemente más en la juventud en la que hervían las hormonas que posteriormente en que ya nos domina más la cordura y la sensatez. Pero volviendo a esa urgencia, siempre me ha chocado el ‘quiky’, el ‘rapidito’, que a la postre, y visto desde el punto de vista del hombre, se limita a la descarga seminal, a la eyaculación. Esas escenas de películas en las que, por regla general, el hombre arrima a la mujer contra algún objeto, sea mesa o pared, le suba la falda y le aparte de lado la braga para penetrarla me ha parecido siempre frío y desprovisto de calor humano. ¿Dónde queda el placer del cortejo? Ese ritual de aproximación, de juego, de un paso adelante y otro hacia atrás, la insinuación, el morbo, la caricia, un roce, incluso el placer de un masaje sensual previo, la paulatina aproximación (de uno a otro, o del otro al uno, que tanto monta … monta tanto) y, sobre todo, el deleitarse con la vista sobre el cuerpo desnudo del ‘partenaire’, del compañero, del amante, de esa persona en la que se comparte ese momento de intimidad -como se aprecia en la foto que acompaña a este blog-, la creación de la comunicación a distintos y variados niveles que no sean la meramente física de la simple penetración, y, sobre todo, el deleitarse en el tiempo, explayarse en los ritmos lentos, cadenciosos, para poder disfrutar realmente a la persona con la que compartes esa cita, saborearla, olerla, descubrirla, conocerla (aunque sea un poquito), acercarte a otro ser humano y compartir con esa persona ese instante único de eternidad. (Todo eso se pierde con un ‘quiky, lástima.)
Hay algo respecto a la intimidad que me descoloca : muchos instantes de intimidad con muchos amantes desconocidos pero ninguno de ellos se queda definitivamente. Pienso tiene que dejar huella a nivel psicológico : soledad y sentimiento de falta de pertenencia o desarraigo. Si alguien coge constantemente las maletas con las personas con las que tuvo instantes de intimidad, si esos instantes de intimidad se pierden como lágrimas en la lluvia, da la impresión que se pierde todo : el amor.