¿Qué se cuece en la alcoba de una meretriz?…escort, hetaira, geisha, cortesana, manceba, mesalina, ramera, etc. y etc., eufemismos todos de esa palabra…’puta’…que tanto rechina a los oídos «sensibles».
No soy ninguna experta en el tema, es mas, tan sólo soy una aprendíz de la vida y el oficio. Y como tal algunas o muchas cosas voy aprendiendo.
¿Por qué?…porque nuestras alcobas más allá de ser ‘un lupanar’, también son ‘un confesionario’. Puede ser el olimpo y puede ser el averno. «No todo es color de rosa en esta vida» y el alterne no esta excento de esta recurrente y certera frase. Así como habitan buenos y malos médicos, buenos y malos carpinteros también buenas y malas meretrices.
Pero a lo que iba. Más allá del mero sexo, el placer y el despertar de los sentidos…también despiertan las historias de vida. Nuestros amantes recurren a nosotras despojados de su identidad cotidiana. En nuestras recámaras no importan los nombres, los títulos, las jerarquías, los estratos y demás inventos sociales, importa la persona, el hombre…o la mujer. Algunos, superados por los prejuicios intentan justificar su visita, ‘no suelo hacer esto’, ‘en casa no recibo lo que necesito’, ‘mi matrimonio ha caído en la monotonía’, ‘las mujeres aquí son inaccesibles’, y mejor no sigo porque que no acabo. Innecesario todo. Juzgarlos o evaluarlos no es nuestra función y menos nuestra intención. Los objetivos son el placer (psíquico y físico), la fantasía, la intimidad y justamente eso…desterrar lo cotidiano sin más. Los motivos pueden ser de lo más variopinto.
«Escribir es como hacer el amor. Preocúpate del proceso, no del orgasmo». Isabel Allende
Esa manía de reducirlo todo al coito, a la cansina penetración a ritmo de conejos de granja que lejos de estimular la creatividad, estimula el hastío y por consiguiente el vacío.
Cuando a la experiencia que ofrecemos (y viceversa) le damos importancia al proceso, es cuando las confesiones surgen y afloran las emociones que albergan en su interior, nos cuentan situaciones que a veces los afligen, angustias vitales, dudas, preguntas, consultas, cuestiones, indecisiones, curiosidades, anécdotas, lo que finalmente hace que el encuentro sea…’íntimo’ y satisfactorio.
Obviamente para que esto suceda debemos despertar interés, confianza y cercanía. No podemos presagiar al amante que vendrá a visitarnos por primera vez en una cita a ciegas, pero una vez cruza la puerta debemos intuir. Acudir con más precisión a ese sentido a veces tan escurridizo. Percibir para improvisar, sólo improvisando surgirá la espontaneidad, lo que finalmente nos lleva a hacer uso de esa capacidad llamada ‘versatilidad’ para adaptarnos y transmitir por encima del aspecto físico, la suficiente calidez, proximidad, sensualidad y cordialidad.
Son muchas cosas ¿verdad?. Es un trabajo de matices humanos que nos lleva a agudizar talentos y facultades.
Sensualidad, sexualidad, placer, erotismo, intuición, complicidad, espontáneidad, confesiones, historias, intimidad. Todo esto y más se cuece en la alcoba de una meretriz.
¿Para qué hacer sufrir a un hombre casándote con él cuando se puede hacer felices a muchos?
Mae West
La mujer de la imagen es Valería Mesalina. Tercera esposa del emperador Cláudio. Célebre por su belleza e irrefrenable lujuria. Según narra el poeta Juvenal, llegó a prostituirse en el barrio de Subura bajo el apodo de Licisca (Mujer-loba).
Sensacional artículo, más rico por haber tenido la habilidad de utilizar citas que viene a subrayar más lo que expones.
Ánimo, queremos seguir leyendo.
Yo lo hago peor.
Pero te dejo el enlace por si te apetece leerlo
http://escortscarlamila.es/ BLOG
Besos y gracias.
Gracias Rocío. Siempre leo tu blog. Escribes con mucho criterio y objetividad. Un beso.
“Mesalina era una muchacha hermosísima, esbelta y de veloces movimientos, de ojos tan negros como el azabache y masas de rizados cabellos negros, tenía una sonrisa misteriosa que casi me enloqueció de amor por ella»
Una anécdota muy conocida y comentada, la cual, describiría su voracidad sexual, fue la competición sexual que organizó durante una ausencia de su marido, en la ciudad de Escila. La prueba consistía en una competición entre ella y una conocida prostituta de su época (que había sido elegida por su gremio para esta hazaña), para ver quién lograba satisfacer a más hombres en un solo día. En la historia queda escrito que mientras que la profesional tuvo 25 servicios, la emperatriz ofreció en total 200, aunque ese número sea exagerado por los enemigos de Mesalina.